Jayín
Antes de trabajar con Oscar se podría decir que eran muchos problemas: comunicación, empatía, paciencia… pero tras las primeras sesiones, fui identificando que en realidad todo tenía el mismo origen.
A menudo me sentía incomprendido. Eso me llevaba a un círculo vicioso de estrés, enfados y tristeza.
Ahora, y ya durante las sesiones lo iba percibiendo, siento que me conozco a mí mismo mucho mejor. Se detectar mis emociones y por consiguiente gestionarlas de forma natural. Me siento más tranquilo, más sosegado. Siento una mayor capacidad para afrontar situaciones que me generaban emociones negativas, como discusiones, charlas incómodas y sobre todo, ahora tengo una mayor capacidad de gestionar esas emociones que surgen cuando no todo es como uno quiere, que son la impaciencia, el enfado, la decepción.
No ha sido un aprendizaje sobre entender el entorno, sino sobre mí mismo. Eso hace que pueda gestionar lo que me hace sentir ese entorno.
En mi día a día, sobre todo, he adquirido consciencia. Eso quiere decir, a dejar de vivir como un autómata. El estrés por ejemplo me consumía la energía y cuando acababa de trabajar lo único que quería era desconectar, pero sin darme cuenta que en realidad me estaba desconectando de la propia vida. Ahora, unos minutos de meditación después de trabajar, hacen que salga con energía, con ganas de conectarme con mi pareja, mis amigos o mi familia. Esto, llevado al resto de aspectos de la vida, ha hecho que sea una persona más comunicativa, más empática y más tranquila.
Durante las sesiones, lo primero que he sentido ha sido comodidad. Siempre da pereza trabajarse a uno mismo, pero cuando empezaba las sesiones me sentía cómodo y con ganas de aprender y experimentar.
Sesiones a veces sorprendentes, descubridoras de emociones enterradas, intensas, relajantes, cada cual más luminosa. Siempre, al acabar, tenía el sentimiento de haber adquirido sabiduría. Y por qué no decirlo, orgullo de mí mismo de haber sido capaz de descubrir un poco más de interior.
Pienso que este tipo de terapia, se debería democratizar e impartir ya desde que como niños. Como una asignatura más en el colegio o en el instituto.